lunes, 8 de junio de 2009

¿CON AMOR? DE ESTADOS UNIDOS

Esta es una prueba testimonial de las relaciones que Estados Unidos mantenía con su traspatio centroamericano. Las fotografías –tomadas en lo más profundo de la Mosquitia hondureña, cerca de la frontera con Nicaragua--, y el texto, son de 1999, diez años después de la derrota electoral de la Revolución sandinista, y diez años antes de la Declaración de Independencia que aprobó la OEA en la reciente reunión Cumbre de San Pedro Sula, levantando las sanciones contra la Revolución cubana. No es extraño que el Gobierno norteamericano se sienta desconcertado ante la digna actitud asumida por el presidente Zelaya de Honduras. Fotos y texto fueron tomados de mi libro La utopía rearmada. (E. U. G.)

Comunidad de Rus Rus, Mosquitia hondureña

Una mañana acompaño a los brigadistas al hospital de Rus Rus. Viajamos en una camioneta de doble tracción que nos envía el hospital. En el camino desaparecen momentáneamente los pinos y surge un claro enyerbado que se pierde en la distancia: es el lugar, me explican, donde aterrizaban los aviones Hércules que abastecían a la contra nicaragüense. Más adelante cruzamos un puente colgante de difícil ingeniería.

Una placa de bronce dice que se construyó en 1987 con financiamiento de la Agencia para el Desarrollo Internacional (AID, siglas en inglés). El puente, inútil en la paz, tiene una longitud de 173 metros y soporta cargas de hasta 15 toneladas.

Ya estamos en Rus Rus: las casas dispersas son iguales en su sencillez y pobreza a las de cualquier otra comunidad misquita. Me sorprende encontrar una instalación con aire acondicionado, salones de operación y de parto y sofisticados aparatos que envejecen sin médicos: un hospital verdadero, fantasmal, en lo más hondo de la Mosquitia, cercano a la frontera con Nicaragua, que excede las necesidades instrumentales de los pobladores de la zona y que, sin embargo, no las satisface. Porque, construido en los ochenta para atender a los refugiados y a la contra nicaragüense y eventualmente a los propios militares norteamericanos, carece de médicos en la paz. Los brigadistas cubanos viajan una o dos veces al mes hasta la pequeña aldea. La voz se corre y llegan pacientes de otras comunidades. El hospital es propiedad de la Fundación Friends of the Americas y en un asta ondea la bandera norteamericana. Un letrero en español dice a la entrada: “Con amor, de los Estados Unidos de América”.

¿Cómo es posible que mueran misquitos por falta de atención médica o por imposibilidad de traslado inmediato a Puerto Lempira, a las puertas de este hospital? Yamila y Estrada –los médicos cubanos--, se llevan en cada ocasión una caja de medicamentos que cuidadosamente seleccionan en una farmacia de sueños, que permanece cerrada casi todo el año: hay de todo tipo, para las más disímiles patologías, pero más de la mitad están vencidos. El tiempo los ha hecho inservibles mientras los enfermos reales sufren o mueren a unos pasos de este almacén de la vida. Dos auxiliares misquitas de enfermería laboran en el hospital y distribuyen las medicinas según su limitado entender y sus preferencias. Un vecino se queja de que priorizan a los feligreses de la Iglesia a la que pertenecen los directivos de la Fundación.

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