sábado, 3 de septiembre de 2011

¿Gregorio Milanés o Pablo Samsa?

Carlos Rodríguez Almaguer 
“Pobre del cantor que fue marcado
para sufrir un poco
y hoy está derrotado.”
Pablo Milanés
Pobre del cantor
Cuando hace poco más de un año en mi artículo No ha sido fácil, Pablo, pero seguimos siendo, comenté ciertas declaraciones anunciadas como hechas por el cantautor cubano Pablo Milanés al periódico español El Mundo, me negaba a creer que fueran realmente suyas. Hoy, al leer la carta abierta dirigida por Pablo al periodista cubano radicado en Miami Edmundo García, pudiera pensarse casi lo mismo a no ser por ciertos elementos relacionados con la entrevista que comenta, que serían muy difíciles de conocer o falsear por un extraño. 
Sin embargo la grosería manifiesta a lo largo de esta diatriba infeliz, el oportunismo ramplón que refleja, teniendo en cuenta que el cantante iba a dar un concierto en la ciudad donde anidan las más reaccionarias intenciones contra su propia patria, y las descalificaciones a un periodista cubano que se atreve desde allí a levantar la voz para defender a Cuba de los terroristas que han hecho explotar en pleno vuelo aviones civiles, perpetrado los más horrendos crímenes antes y después de 1959, y que han terminado secuestrando prácticamente a la propia comunidad cubana radicada en Miami, me resultan espiritual y culturalmente ajenas a un hombre que sabe, recordando a Martí, que “el pan no vale que se le amase con la propia vergüenza”.
Como justamente ya se ha dicho,  “los trituradores de discos han vuelto con esa fuerza más a mostrar el rostro del extremismo anticastrista. No se trata de algo excepcional y minoritario en la ciudad donde pidieron la caída del avión que regresaba el niño Elián a Cuba, celebraron por adelantado y eufóricamente la muerte de Fidel, y rinden tributo a quienes asesinaron al Comandante Che Guevara o volaron un avión civil en el que murieron 73 personas. Lamentablemente, no “son actos del pasado en una ciudad que ha cambiado mucho” —pues todas esas acciones han ocurrido en pleno siglo XXI— ni pueden mostrarse como ejemplos del  espíritu democrático en una sociedad que algunos pretenden modelo para el mundo. Tampoco —para quienes juegan a igualar intolerancias de un lado  y otro— existen parelismos posibles con tales actos que van contra la propia naturaleza humana”. Tiene razón Edmundo García cuando subraya lo peligrosa que resulta la insinuación de Pablo, que coincide con la ultraderecha, de que él ha sido enviado a Miami para dividir.
Hoy, ante la infamante nota introductoria al texto de Pablo, publicada en Kaosenlared, me cuesta trabajo reconocer al creador de "El breve espacio en que no estás" y "Yolanda". Habría que preguntarse cómo Pablo ha podido saltar del sitial en que el pueblo cubano lo ha mantenido por largo tiempo al pantano moral en que hoy se hunde con cada nueva declaración. El posible éxito que hayan tenido sus presentaciones en Estados Unidos palidece ante la infamia. Acaso estemos presenciando en tiempo real la triste trama de La Metamorfosis, en la que Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto.
Igual sucede cuando confiesa a Edmundo que está equivocado al suponer sus declaraciones manipuladas por los medios “...soy yo el que me sirvo de esos periódicos para que difundan las entrevistas que en Cuba me están negadas y que sueño con que aparezcan en el Granma y las lea todo el pueblo y que un sólo periodista, uno sólo de los tantos miles que hay en la isla, tenga lo que hay que tener para dar a conocer lo que tantos años llevo expresando.” Así, con este estilo de rufián de barrio, el “corajudo” Pablo o su amanuense reta a nuestros periodistas de la Isla y a nuestros medios, como si no fuera coraje bastante el que se hayan mantenido peleando durante medio siglo en una trinchera siempre amenazada con el asalto inminente por la más poderosa maquinaria de destrucción que haya tenido jamás el planeta y que ha demostrado en los últimos tiempos —Afganistán, Iraq, Libia— que  ya le importa poco la opinión pública cuando de ir tras sus intereses se trata. Ya ni siquiera se preocupan por fabricar consenso.
Precisamente un medio cubano, La Jiribilla, ha señalado con agudeza la lógica de la manipulación: “Es común encontrar en los titulares de transnacionales mediáticas la alusión a voces de prestigio que se suman a la ultraderecha de origen cubano en Miami, verdadera artífice y usufructuaria directa de esta larga guerra contra un país soberano. Los medios en EE.UU. y Europa, especialmente en España, prefieren usar contra Cuba a cualquiera que sea auténtico y, más aún, si su influencia en la gente se origina en las ideas de la verdadera libertad y la justicia”.
Nuestra prensa cubana, sin olvidar aquella “sutileza” planteada por el entrañable Cintio Vitier de que hemos construido un parlamento en una trinchera, ha sido convocada hoy, por el propio Raúl, para arremeter contra las menguas y los vicios que lastran el desarrollo de un proyecto social autóctono, que ha sido construido en este medio siglo a fuerza de mucha entereza y sacrificio, enfrentando todo tipo de obstáculos, la mayoría de los cuales los han colocado aquellos mismos poderosos vecinos que no tuvieron a mal dejarnos desangrar en las tres guerras por la independencia hace poco más de un siglo, los que refugiaron a los asesinos y a sus admiradores y los protegieron, entrenaron y armaron para lanzarlos otra vez contra nosotros en Playa Girón hace cincuenta años, los que encerrados en su odio e impotencia nos han querido hacer la vida imposible siempre, aquellos a los que no debemos darle, Pablo, según dijo el Comandante que cantaste y que fue sin duda el verdadero poeta, “ni tantito así, nada.”
Nuestra prensa está convocada –y no por Pablo Milanés desde Miami- a resolver sus propias carencias, a ser sobre todo crítica con nuestros defectos, a emplazar y denunciar a la burocracia, a señalar todo lo que lastra el gran esfuerzo que hacemos por la eficiencia y el desarrollo, a acompañar y liderar la democracia popular y el debate público que la caracteriza.
Ser cubano no es solo un gran honor, es también una enorme responsabilidad ante el mundo y ante nuestra propia historia. Para ser cubano no basta con haber nacido en Cuba, es sobre todo mostrar la voluntad de serlo. Así, Máximo Gómez y Che Guevara, por solo citar los ejemplos cimeros, fueron y serán más cubanos que otros tantos miles que en Cuba o fuera de ella han trabajado y trabajan contra ella. Pablo Milanés ha sido durante muchos años para su pueblo y para el mundo un símbolo de la rebeldía y la dignidad cubanas contra la prepotencia y la agresividad del “gran enemigo del género humano”. Por eso duelen de verdad estas piruetas incalificables de un hombre que hoy declara no ser un político luego de haber alcanzado su actual estatura con la canción protesta, haciendo la mejor política que podrá hacerse siempre, que es la que se hace desde el arte, desde la cultura y desde una identidad a prueba de estrategias de marketing, como lo fue el Movimiento de la Nueva Trova.
Si fuéramos a criticar a la intolerancia y al fanatismo, tendríamos que pedirle ecuanimidad, mesura y algo de coherencia a este Pablo que aparece en Miami confesando ya no ser fidelista, aunque luego pida que no se entiendan sus críticas al gobierno cubano como que él está en desacuerdo con Fidel, al que además confiesa que no estaría dispuesto a dedicarle un concierto que le dedicaría a las Damas de Blanco, con las que tampoco quiere que lo supongan de acuerdo. Tamaño galimatías no se le hubiera ocurrido ni a Cantinflas.
En su declaración abierta, advierte Pablo que “A mi regreso a La Habana (…) le digo por este medio a la intelectualidad cubana, a los artistas, a los músicos y a los altos  cargos del Estado, que no me susurren más al oído: "estoy de acuerdo contigo pero, “¡imagínate!". Yo no estoy arrepentido de incinerarme sólo en mi actitud, pero es triste y vergonzoso que haya un silencio cómplice tan funesto…” Resulta difícil de creer que quien se ofende y acusa al periodista Edmundo García de insultar a tres o cuatro artistas extranjeros que son amigos de Pablo y lo fueron de Cuba, al suponerlos influenciables, se arriesgue a desacreditarse al punto de afirmar, más que suponer, que “la intelectualidad cubana”, “los artistas”, “los músicos” y “los altos cargos del Estado” son criaturas tan viles y genuflexas como para vivir derritiéndose, inseguros y acobardados, entre un ente a todas luces “supraestatal” y Él.
Esta vez exageraste, Pablo, no eres Dios.

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