martes, 26 de enero de 2016

Hay sangre Lilian, hay sangre

Ángel Martínez Niubó*
colaboración epecial
Mucho se habla por estos días de Lilian Tintori, esposa de Leopoldo López, uno de los líderes (mejor cabecilla) de la oposición venezolana. Leopoldo está encarcelado pues se le acusó de organizar, favorecer o propiciar las acciones de violencia ocurridas en febrero de 2014 en Venezuela. Es responsable de los hechos de terror que enlutaron a la sociedad venezolana y que causaron 43 muertos y 878 heridos.
Pero quizás debí comenzar señalando que Lilian Tintori es una mujer con ciertos atractivos físicos y esto articula perfectamente con el discurso melodramático que sobre ella y su esposo, intenta tejer la prensa opositora venezolana.
Lilian Tintori es atractiva, joven, tiene dos hijos,  durante años practicó deportes y condujo además programas infantiles en el país suramericano. O sea: todo lo que necesitaban: una bella mujer, unos hijos, un padre preso... y listo: a tejer toda una historia de anillos, sufrimientos y esperanzas. Eso hace hoy la prensa de la oposición en
Venezuela. E incluso hasta exportan esa imagen de ternura y sufrimiento. Es una historia de amor cuidadosamente “enlatada” sólo que, no han logrado ocultarlo: los envases van cubiertos de sangre.
Lilian Tintori cometió el mayor desliz de su vida en mayo de 2007 cuando se casó  con Leopoldo López. Quizás hoy no lo vea así. Pero un día –porque la belleza pasa – será una ancianita y repasará sus años sentada en un portal (aunque quizás los ricos no se sientan en los portales). Para ese entonces Lilian verá demasiada agitación en su existencia y reconocerá –quizás muy tarde- que si algo hay tan importante como el amor, es la  paz. Lilian Tintori no tendrá paz porque las muertes que hay sobre su esposo no la abandonarán nunca.
Pero volvamos a lo que hoy teje la presa opositora venezolana. Una y otra vez “retocan” el día en que Lilian y Leopoldo se conocieron y hasta dibujan a un Leopoldo de rodillas pidiéndole matrimonio. Sin dudas todo un melodrama. Pero hay más: Leopoldo le pidió –según esos medios- que se casara con él y además con Venezuela porque “casarse con él, significaría un compromiso con Venezuela”. Sin dudas un sainete demasiado meloso como
para creerlo.
Y no sé si fue Leopoldo lo que llamó la atención a Lilian Tintori el día en que se conocieron; o si ella vio en él la posibilidad de convertirse en una figura pública de mayor relieve y sobre todo, con mejores dividendos. Ya lo dije, creyendo ganar el amor y la fortuna, perdió la paz y el sosiego para siempre. Lástima entonces que la Tintori –como dice el poeta- no se encontrara con un obrero (o con un poeta). Un día pensará en ello. Pero ya lo dije: será tarde en el tiempo.
Hace pocas semanas a Lilian Tintori se le ocurrió que su vida corría peligro... e incluso “consiguió” trasladar a sus hijos de Venezuela. ¿A dónde? A los Estados Unidos... Y he ahí un gesto, un destino, en el que se pueden hacer las más disímiles lecturas. No los llevó a Cuba –donde los niños viven en paz absoluta y en seguridad extrema- ni los llevó a
Europa... Los llevó, como señalé, a Estados Unidos. Casi era lo mismo que los enviara a la embajada norteamericana en Caracas. Pero quizás resultaría demasiado evidente.
En fin, es mejor ver cualquier telenovela de doscientos capítulos que creerse la historia de Lilian y Leopoldo. Lo cierto es que en febrero de 2014 murieron 43 venezolanos y 878 fueron heridos. Esas muertes –y esa sangre- pesarán para siempre sobre el matrimonio López-Tintori.
La prensa opositora debería entrevistar a las madres, a las esposas, a los hijos de los fallecidos. ¿Por qué centrarse en Lilian y en Leopoldo? Ya lo dije antes, la orden es tejer el melodrama: la mujer bella, los hijos pequeños, el padre preso... Es conveniente para ellos olvidar las muertes.
Y lo siento por la Tintori, pero lo que soy yo creo en la belleza cotidiana. En la divinidad de la joven que ríe en cualquier parque de Caracas, o en la muchacha que camina las calles de Bolivia,  o quizás en esas que sientan en el malecón habanero. Es la gracia que cura y fortalece. En Lilian hay zozobra e inquietud. En ellas magia y regodeo. No
tengo dudas: a la historia de Leopoldo López y de Lilian Tintori le falta inocencia y –por mucho que quieran ocultarlo- le arruina la sangre.
Poco ha dicho la prensa opositora de los 43 venezolanos muertos ese día. Yo sé, por ejemplo, sobre Ramzor Ernesto, un joven de 36 años a quien su esposa no le vio llegar esa noche. Y sé de él porque son conocidas las palabras de su esposa cuando en acto público le dijo a la Tintori: “Tu esposo está vivo, el mío está muerto gracias al tuyo”.
Con toda seguridad, Lilian recibe cada día el guión de este penoso melodrama: Hoy te toca llorar en acto público. Mañana harás viaje a la Argentina, la semana entrante vas a los Estados Unidos, luego ofrecerás una conferencia de prensa... pero antes vas a la prisión e inventarás la historia de un registro o dirás que te desnudaron...
Así no Lilian. Todos conocemos los fabricantes de estos guiones y estamos al tanto de los productores de esta farsa. Así lo que logra la belleza es lastimar... porque la belleza es armonía, cadencia, afinación y proporción con lo mejor del alma. A ti te falta el equilibrio y le sobran los muertos a Leopoldo. Ya fuiste una buena deportista, y quizás hasta conducías con cierta prestancia. Pero eres pésima actriz... y eso duele, sobre todo cuando mientes e intentas esconder la culpa.
La derecha apuesta una y otra vez a sus guiones melindrosos y te ordena mentir, timar, embaucar a la opinión pública. Por suerte son ya muy pocos lo que se creen la historia del prisionero bueno y de la ingenua esposa. No Lilian. Hay dramaturgia y sangre.  Dile al guionista que debe asumir la realidad. A estas alturas, cuando hay muertos y familias enlutadas, nadie se cree la historia del príncipe cautivo y la princesa hermosa. Hay sangre, Lilian, hay sangre.

*Poeta y escritor cubano.

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